Preámbulo y Alumbramiento

Preámbulo y Alumbramiento



Aquí nace este blog colectivo y abierto. Unos cuantos “atrevidos”, apasionados de la cultura en sentido amplio, lo ponen en marcha simplemente porque sí, porque todo camino empieza con un primer paso y porque alguien debe echar a andar un proyecto, sin más. Pero no se trata de inaugurar algo -que para cortar una cinta sobrarían gerifaltes voluntarios- sino más bien darle un primer empujón y que tenga continuidad. Los colaboradores iniciales quieren sólo promover e impulsar, no capitalizar este espacio. Lo ideal sería que el blog se nutriese con la aportación de muchos entusiastas que tienen algo que mostrar y se deciden a hacerlo, asumiendo y respetando la fórmula, la filosofía y los principios recogidos en el decálogo del blog. Ellos son los invitados a participar, ellos son los elegidos.

Para participar, puedes enviar tu colaboración al correo :
mansillacultura2012@gmail.com

viernes, 31 de enero de 2014

"Rumor" es la palabra

Escribo esta reseña, y la quiero atribuir también a "mansilla-cultura-dos-mil-doce". No tanto como comarca en sí, sino mejor como parte de una misma comarca, que incluye tantas tierras históricas de esta zona que baña el Esla. Puestos a merecer por encima de los demás (de Rueda, de Gradefes, o de Mansilla) sin duda el más viejo merecimiento lo tiene Escalada. De cuando era Priorato, Señorío de todas estas haciendas. Y más atrás aún, de cuando era Abadía.  Vean, por ejemplo, Villasabariego ("Villa Sabarici"), que fue una finca de recreo y huerta, que tuvo el Abad Sabarico, de Escalada, allá por el año mil... Mas no se trata de eso. Porque las glorias del mundo son transitorias...   

José Luis Puerto es un magnífico divulgador de las tradiciones orales de la "comarca de Rueda". Pero antes que "divulgador" (que pone en conocimiento del vulgo) es un afanado "exvulgador". Es decir: que saca del vulgo, con espléndido trabajo, esas tradiciones. Y las devuelve al vulgo.  El jueves, día 30 de enero, nos presentó su último libro, "RUMOR DE LA PALABRA".

Si entendemos por "rumor" la noticia vaga que corre entre la gente... Y por "vago", aquello que es impreciso y confuso... quizás el título nos despiste. Pero José Luis Puerto es, además, un gran poeta. Y el término "rumor" está cargado de poesía. Como el agua de los arroyos, que serpentea esta tierra, para engordar la masa cultural del viejo Astura... que nos riega. Y como el monocorde rumor de nuestros rezos. El libro "promete", según nos contó el autor con su entusiasmo: un repaso por los refranes, los dictados tópicos, los trabalenguas, las frases proverbiales, las oraciones, los romances, los teatros estacionales... Todo un viaje entrañable que nos remonta a las raíces de esta tierra, con conexiones medievales, árabes, astures y lancienses....  


Tengo en mis manos su nuevo libro. Voy a disfrutarlo. Otro día les cuento.




(A. Escalada/31.01.2mil14)

sábado, 25 de enero de 2014

Editarse es moda



Un verso mágico –diríase dictado
por Calíope- y uno notable
y otro sencillamente normal;
el párrafo sublime, una frase correcta,
esa palabra exacta que
todo autor anda procurando siempre;
una idea genial, el título anhelado,
aquel final perfecto que a medianoche
te asalta para un relato en ciernes.
Existen cosechas excelentes y
textos espléndidos. Hay
talento, hay oficio, simples ocurrencias
y literatura sólo pasable, mediocre, prescindible.
Mas todo, todo vale la pena “ser leído”,
aunque acaso no siempre
merezca todo publicarse.


F.B.

miércoles, 22 de enero de 2014

El tío Agapito

Ya sé que en todos los pueblos hubo - y quizás siga habiendo - "un tío agapito". Pero este fue real. De Valdabasta. Y viejo conocido, y conocedor de Mansilla de las Mulas. Tuvo tratos, por ejemplo, con don Blas, el boticario, dueño de la casa y la farmacia donde hoy, en estos tiempos, nos dan bien de comer, "curiosamente"...

Aquí va, de alguna manera, un cacho de su "biografía":
- “Escuchad, muchachos. Os propongo una apuesta: ¿a ver quién de vosotros aguanta, sin picarse, un puñado de ortigas en las manos?…”
Es Agapito, que gusta de probar la picardía de los chicos, y presumir de los trucos  que aprendió de la tierra, – a la que quiere tanto –, y de la vida… Agapito es un  hombre alto y enjuto. Con el pelo blanco, pero casi intacto, debajo del sombrero de paño. Sobre sus ojos se arquean las pobladas cejas, también canas, que aclaran aún más la blanca tez de su semblante. Tiene unas manos grandes, huesudas; pero bien cuidadas. “Yo digo que es mejor trabajar con la cabeza un poco, que un mucho con las manos”, – suele decir a veces, jactancioso. Sus piernas son también largas y flacas. Las disimula debajo de dos perneras anchas de pana, que terminan en dos vueltas, cargadas de hierbas y de pajas. Mide Agapito ciento ochenta centímetros. Y eso que los años ya le agachan, y le han llevado contra el suelo un par de dedos, cuando la tos le violenta y el asma le atosiga. “¿Quién  diría que no pude entrar en la Guardia porque no di la talla?”…

El arroyo viene todavía muy ancho. Este invierno fue crudo, y muy lluvioso. Y el torrente derrumbó la tapia de la huerta, en la curva, antes de cruzar la calle. Entre el tapial y los adobes caídos, que forman un cabo en el riacho, se levanta una espléndida mata de ortigas, al lado del camino. Los chicos suspenden por un tiempo sus juegos, y rodean al viejo, que les reta. El más osado se decide, aceptando el desafío: “Eso está chupao. Mi padre me ha dicho que si aguantas sin respirar, y apuñas fuerte, no pican las ortigas… Me cago en la…” El chico suelta el verde ramillete que tenía en la mano, y deshincha los mofletes que había llenado de una carga de aire exagerada, y resopla, sacudiendo los dedos, enfadado.
- “A ver: el siguiente…” , dice Agapito, divertido.
Un chaval rubio se adelanta, entre miedoso y descreído. Coge una ramita de ortigas entre los dedos pulgar e índice, por un instante escaso, resoplando, con la cara hinchada, en un intento de sonrisa. Pero, quiá. Otro palabrón se escapa de su boca, y la ortiga vuela por encima del corro, hasta el arroyo. El viejo socarrón se ríe abiertamente, disfrutando. Y busca con los ojos al siguiente paladín en el torneo. Se adelanta un rapaz con los ojos vivarachos y lo pelos de cohete. Hacía un poco que, de espaldas al corro, se había agazapado en el borde del agua, cogiendo en la palma de su mano un pegote de barro, y limpiando el dorso en la culera (“ay, pobre culo”, le gritará la abuela). Ahora, disimulando, agarra decidido un puñado de hojas, en un tirón apresurado… Pero el pobre tampoco tiene suerte. Ni el barro le defiende. Grita, salta, chilla… Y escuchando las risas del coro de muchachos, se enfada y se marcha.

Valdabasta
Todos miran a Agapito. En un silencio que aplaca los picores a los más valientes, y los cuchicheos de los que no se atreven en el reto. El viejo se acerca al arroyo, ensuciando de barro el borceguí del pie derecho. Mira a la mata de las ortigas, como si fueran flores. Y escoge, descuidado, con sus dedos largos, un ramillete de tallos urticantes, que pasa de una mano a otra mano, sonriente. Los chicos acechan, incrédulos, al hombre, esperando descubrir un escozor en los dedos, o un fuerte cosquilleo que le arranque un taco a la lengua del abuelo. Pero, nada. El tío Agapito se queda tan fresco como el agua que baja en el arroyo.
- “Díganos, ande: ¿cómo lo hace?”,- dicen a coro los chicos, boquiabiertos y abobados.
- De todas las ortigas, que casi siempre crecen juntas, hay una que no tiene pelillos erizados, cargados de ese picante ácido que os irrita tanto. Esa es la ortiga blanca. La que yo cojo como una flor, descuidado”, – dice Agapito, orgulloso.
- Y usted, ¿cómo sabe tanto?”, – le pregunta otro chico. 


Agapito se hincha de contento. Y sabiendo que los muchachos le escucharán atentos, como a un maestro, les dice:
- “Venga: sentaos en el suelo. Que os cuento un montón de cosas de la ortiga. Atentos: yenía yo unos veintitrés años, cuando los avatares de la vida me obligaron a poner en marcha la casa de mi padre. Lo primero que hice fue vender una mala burra que tenía. Y a cambio me decidí a comprar una yegua en la feria de Mansilla. Yo era un bisoño. Me faltaba la experiencia de la vida. Y me engañaron los gitanos. La yegua me costó 220 pesetas, “con cabezal y freno”. El jodido gitano me engañó como a un tonto, -“con freno y todo”… El freno servía para disimular el labio bajero de la bestia, que era más vieja que mi abuela, que en paz descanse… Al llegar a casa y quitar a la yegua el freno, el labio se le cayó casi hasta el suelo… Pero el engaño de los gitanos me sirvió a mí de desengaño. Aprendí de los mismos gitanos muchas tretas. Y en varias ocasiones las usé para devolverles el engaño. Pero también tuve entre esta gente a muy buenos amigos. A lo largo de mi vida me dediqué a la trata de animales, y aprendí, por ejemplo, que con una buena dieta de ortigas, picadas entre la hierba y los granos de avena, los viejos caballos restablecen el brillo de su pelo, y recuperan un renovado ardor, casi instantáneo, para engañar a los compradores. Las mismas ortigas me ayudaron en gran manera a la recría de los cerdos. Y gracias a ellos hubo años en los que gané mucho dinero. Esos granos que veis en las flores de la ortiga hacen poner a las gallinas más huevos que ninguna, y más frescos, y más rojos. Si en vuestros corrales no crecen las ortigas, coged unos buenos guantes, una hoz afilada y una horca; y todas las tardes, preparadles a las gallinas una buena ensalada de ortigas… Veréis qué huevos más “cojonudos”… También tiene la ortiga usos muy beneficiosos, como medicina. Recuerdo que mi abuela la usaba para ayudar a incrementar la orina, o para cortar la hemorragia de una herida. Todavía recuerdo cómo el abuelo se azotaba la espalda y las nalgas con ortigas, cuando le atacaba el reuma…”

Los chicos se ríen, divertidos. Y despiden, admirados, al abuelo:
- “Adiós, tío Agapito. Es usted coj… Es usted macanudo”.



A. Escalada/2mil5

domingo, 19 de enero de 2014

miércoles, 15 de enero de 2014

Majadero

Quizás esta parezca una "biografía irreverente". Es decir: contraria a la reverencia o respeto debidos. Pero no es cierto...
Bernardino M. Hernando, nació en Mansilla de las Mulas, y reside en Madrid. Fue profesor de periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y es autor de numerosos libros de ensayo, narración y poesía. En diciembre de 2006 Bernardino Martínez Hernando donó una gran parte de su colección de libros a la Biblioteca Municipal de Mansilla de las Mulas, que pasó a llamarse Biblioteca "Bernardino M. Hernando", en reconocimiento precisamente a este ilustre mansillés. 

"Biografías", en plural, son las "historias" de la vida de una persona... interpretadas por los otros. Cuando esas historias se van contando por uno mismo, sin pretenderlo, se convierten en una "auto-biografía", inefable para los demás. Excepto para algunos que pasan cerca, muy cerca. Aunque incluso estos últimos (sin darse cuenta) pasan distantes de esas historias inefables. Hasta que llega alguien, o algo, a despertar ese misterio que es un "rato de la vida" de una persona: una "grafía" de su vida entrañable...
Pues bien, Bernardino M. Hernando, antes que profesor, para muchos de mi generación fue “maestro”. Maestro socrático y mayéutico, de la escuela de don Antonio González de Lama, aquel cúmulo de sabiduría y humildad “socrática-aristotélica-platónica” que Bernardino tuvo también de guía.
El que fuera sacerdote es lo de menos. Porque ya en sus tiempos de "maestro" ir vestido de negro no tenía mucha trascendencia para él. Y nos hacía saber que tampoco debía ser importante para nosotros. Le tocó... (nos tocó, mejor dicho, a nosotros..) la inmensa suerte de envenenarnos (meternos en vena) con el bebedizo de la literatura. Y sobre todo de la poesía. Eran los años de los jóvenes inquietos que querían mirar al mundo desde una nueva "CLARABOYA"... Y Bernardino M. Hernando fue uno de ellos. Andaba como un deshollinador (ensotanado) por los tejados de los discípulos, rompiendo las tejas de la pereza. Y retejando los agujeros de la ignorancia, todavía no culpable, de aquellos pobres inocentes. Yo fui uno de ellos. Me tocó beber las pócimas sabrosas que nos servía este "maestro"; y regustar los brindis en párrafos de prosa, de fantasías novelescas, de ensayos, de poemas sin rima (pero con rima interna), de clásicos sonetos, de febriles décimas... y hasta de tercetos encadenados, o simpáticos pareados... Tengo en mi pequeña biblioteca un montón de copas con este rico veneno. Y todas en cristal barato; nada de cristal de bohemia. Colección Austral, Editorial Ramón Sopena... Ya decía el "maestro": "¡¡¡no gastéis dinero en lo superfluo!!!"
Los "chutes" iban casi siempre acompañados de diversión, pues sabíamos de sobra que luego nos llegaría el orujo de las reválidas, al final de los cursos. Bernardino M. Hernando  era un buen camarero, en esto. Lo conocíamos todos, (ahora lo puedo decir sin asomo de revancha, y sin una pizca de falta de respeto) por "el majadero". Ese era el apelativo, inapelable e inmisericorde, que nos aplicaba a todos, en sus clases exigentes, que ahora agradezco. Si lo hacías mal... "no seas majadero"; si lo hacías bien... "espléndido, majadero". Tan sólo merecíamos un silencio cuando la cosa andaba "regular"... Y es que eso era lo peor de todo; porque al "majadero" no le gustaba la tibieza... "por quedar en el medio, te escupo de mi boca"...
De mi "biografía" paralela con Bernardino Martínez Hernando, me quedan muchas cosas buenas. Y mira tú: un recuerdo especial. Tan especial que es el único "poema" mío... (¡¡¡uy, qué atrevimiento, llamar a "esto" poema!!!): una décima, o espinela... a mis quince o dieciséis años. Esta:

"En los brazos de la Madre
está el cadáver del Hijo,
Aquel que a los hombres dijo
los secretos de su Padre.
Deja que el dolor taladre
su deshecho corazón
para apoyar la razón
que trajo a Jesús al mundo;
le causa dolor profundo,
pero sufre con tesón".

(la nota verbal que recibió el niño aprendiz de poeta fue un 8,50... y un ¡¡¡majadero!!!, que supo a bombón)


A. Escalada 

Son como niños

De Toño García Ceballos

Recordatorio: ahora en enero se cumplen seis años desde que abrió sus puertas la guardería de Mansilla y ahí está, funcionando contra viento, marea… y recortes.

martes, 7 de enero de 2014

La Pícara Justina


Colaboración de Alfredo Escalada

Mi nombre es Justina. En Mansilla de las Mulas me llaman La Pícara.

Tuve muchos novios:

El primero se llamaba Maximino. Era un presumido. Decía llevar de apellidos los de los señores de León: Guzmán, Mendoza y Vizcaíno.  Y era un mucho atrevido. Le corté las alas.

El segundo era un pobre chico, hijo de una lavandera. Apellidaba Machuca; y era un estudiante hambriento casi siempre, y tragón cuando le petaba. A mi costa, claro.  Reconozco que fui cruel con él, y, por mi culpa, hasta se burlaban de él sin piedad los guajes de Mansilla, en la calle.

El tercero de los novios resultó ser igual de pícaro que una servidora. Lozano de nombre, pero no de planta. Y acabamos mal. Es decir: casándonos. Era siempre un presumido de algo a cada paso, y un hijo de algo en cualquier sitio. Y me engañó. Que ya es mucho: engañarme. Yo quise subir en la escala social, pero nos equivocamos.  Nos dijimos adiós, y cada uno nos fuimos con nuestra picardía a nuestra casa.  


El cuarto no fue propiamente un novio. Ni tampoco marido. No funcionaba. El viejo Santolaja tenía los pies fríos en la cama. Pero tenía el corazón bien calentito. Bien arropado por una gorda billetera de piel de vaca. Hice de tripas corazón y me acosté con él una corta temporada. Enviudé pronto. Gracias a Dios,  y a Santa Eutanasia. Y tras un luto más corto, me volví a casar. Esta vez con Guzmán de Alfarache, familiar de mi primer amante…

Y en esas estamos.

(Francisco López de Úbeda, posible autor)


sábado, 4 de enero de 2014

Cinco añitos


El Museo Etnográfico Provincial ubicado en Mansilla de las Mulas, en el antiguo Convento San Agustín, cumple –por estas fechas- un lustro ya en funcionamiento, desde su inauguración en el año 2008. Para celebrarlo ha previsto una exposición que recuerda el patrimonio etnográfico atesorado y muestra las joyas de la colección del museo. Esa exposición se prolongará hasta el 30 de abril.

de Toño García Ceballos 

viernes, 3 de enero de 2014

Un paseo por el rastro



Un consejo os voy a dar: visitad el blog siguiente:
Un paseo por el rastro, en especial por su rincón de libros, libros, libros...
F.B.