Preámbulo y Alumbramiento

Preámbulo y Alumbramiento



Aquí nace este blog colectivo y abierto. Unos cuantos “atrevidos”, apasionados de la cultura en sentido amplio, lo ponen en marcha simplemente porque sí, porque todo camino empieza con un primer paso y porque alguien debe echar a andar un proyecto, sin más. Pero no se trata de inaugurar algo -que para cortar una cinta sobrarían gerifaltes voluntarios- sino más bien darle un primer empujón y que tenga continuidad. Los colaboradores iniciales quieren sólo promover e impulsar, no capitalizar este espacio. Lo ideal sería que el blog se nutriese con la aportación de muchos entusiastas que tienen algo que mostrar y se deciden a hacerlo, asumiendo y respetando la fórmula, la filosofía y los principios recogidos en el decálogo del blog. Ellos son los invitados a participar, ellos son los elegidos.

Para participar, puedes enviar tu colaboración al correo :
mansillacultura2012@gmail.com

lunes, 24 de junio de 2013

Que un mal día nunca dure años…

 “Ahora, silencio. Duerme. Olvida todo”
 (L. Cernuda)
 


(Permitidme, para mi amigo:)
Nadie que haya tenido que acudir con algún enfermo a esa Unidad puede ignorar de qué hablo. Los que allí esperan tienen la mirada serena de no haber hecho nada para merecer aquello y la mirada lejana de la desesperanza, la mirada distante de quien espera lo inesperado y lo incierto y lo fatal, la mirada asombrada de los que encaran un peligro involuntariamente, por narices, por mala potra y por injustificable derivación divina; qué digo injustificable, por caprichosa ojeriza divina. Los que allí esperan han rumiado su condena –sin entenderla, sin haber jugado a la ruleta de la vida- muchas noches interminables, a solas con su almohada y con su miedo. Los que allí esperan hablan despacio y suave, silenciosamente como para no despertar a la acémila, y comentan entre sí sensaciones singulares que solo ellos conocen, en un lenguaje exclusivo del que tienen la clave solo ellos. Pero especialmente sobrecoge su tristísima mirada, hundida y vacía, su acuosa mirada de llorar en seco, sus ojos que se clavan fijamente en ningún sitio. Ya quisiera yo poder describirla; es imposible. Esa mirada hay que verla; mejor, no habría que verla nunca.

(Y ahora pido disculpas de antemano por la impudicia de mostrar mi testimonio y mis emociones y mi juicio radical. No puedo menos. Si te ha tocado acompañar a alguien muchas veces y le has visto luchar, caer y levantarse, hundirse y volverse a animar, sollozar, sufrir dolor y angustia infinita, deteriorarse gradualmente hasta convertirse en piel, en corcho, en barro, en nada… Si todo ese proceso se ha extendido absurdamente y al libro le sobraban páginas y el epílogo no comparecía, entonces habrás de admitir conmigo que a dios casi le conviene no existir, porque si existe se ha convertido en un indefendible ser muy cruel, en un sayón importantísimo.)

J. Cuesta

domingo, 16 de junio de 2013

Libro de fotos (un anticipo)

Textos de Félix Llorente. Fotos de “Toño” García.

Una muestra, un adelanto de lo que en pocas semanas será un libro de fotografías antiguas de Mansilla. Una obra entrañable para la que más de treinta vecinos han facilitado generosamente sus fotos personales y familiares, con el fin de confeccionar un pedazo de la memoria de esta villa.


Plaza del Pozo. Años 50. Al fondo, coche de línea.

Bañistas en el "Estrecho", en la Fuente de los Prados.
Al fondo, casetas de los vestuarios.


Hoy dura toda la vida

“El amigo es otro yo” (Aristóteles)

Mi misión es matar el tiempo;
la suya matarme a mí (Cioran)

Amigo, / hoy es mañana; mañana es siempre. / ¿Y el ayer, qué fue del dichoso ayer? Pues un fugaz momento / lejanamente colmado de recuerdos, pasión, ventura, / afanes, ilusión, fracasos y lucha, lucha, lucha… / ¿qué otra cosa es la vida?

Luego, / dejemos el pasado, que ocupe solo un irrisorio / rincón de nuestra memoria. / Y estiremos, / devoremos el presente, el hoy que es mañana / y siempre. Amigos. Tiempo. Eternidad. / Nadie dice que nada sea perpetuo; mas yo prometo / que algo sí durará toda la vida.

J. Cuesta

viernes, 14 de junio de 2013

Patria querida de mis amores

Miro por la ventana y está lloviendo, a mares. Ayer hacía un sol y un calor propio ya del verano en esta primavera desinflada que parece nunca llegar. ¿Dónde estoy? En Asturies, claro está.
Hoy me gustaría hablar de ese hermanamiento que hay entre nosotros, que aún sin tener playa, nos sentimos mucho más identificados con los vecinos del norte que con los castellanos. Que como dice Melendi “Y al abrir el tapón salió mensaje, escrito en negro carbón / Era el mapa de un tesoro, justo encima había un mar / Justo abajo había un LEÓN” ¿Será el carácter? ¿Será que la montaña vive y que la minería une? No lo sé, pero yo después de ciudadano de este mundo llamado Tierra, europeo, español y leonés, de ser algo distinto, sería asturiano.
Los veranos necesitábamos escapar a su mar y ellos necesitaban secar. Hablo en pasado con nostalgia porque aquellos maravillosos años en Mansilla de las Mulas que tenemos en el Facebook son cosa del ayer, aunque un ayer no tan lejano porque hasta hace no mucho jugábamos con todos esos guajes por el pueblo, ¡y lo bien que lo pasábamos! Qué distinta sería mi infancia e incluso mi vida si no hubiera compartido esos ratos con tantos y tantos amig@s asturianines. Recorríamos el barrio de la Pícara Justina jugando a “tres marinos en la mar”, a guerras de perucos en el antiguo frontón de San Agustín, al escondite en la plazoleta del cine o a las chapas en la callejina. Seguro que los del barrio de las Eras, o del otro lado de la carretera como los del barrio del Arrabal tienen los mismos recuerdos que yo.
Cambiando un poco de tema: ¿alguien se ha planteado hacer un “Mansilleses por España”? Porque allá donde voy, siempre hay alguna persona que ha estado en nuestro pueblo o conoce a alguien que vive, ha vivido o veraneado en Mansilla de las Mulas. En dos palabras, ¡somos in-ternacionales! Y eso es algo que me llega de orgullo y satisfacción porque cazurrín soy, y a mucha honra.
El cielo está abriendo por intercesión de la Santina, nuestra madre de Covadonga. AMÉN
Añedul

lunes, 10 de junio de 2013

Sobre algunos caminos

"...poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día…” (G.Celaya)

Este camino lento  

pero agudo
y profundo
que avanza silencioso,
sangrante,
sin acantilado.
Este camino extraño
que nace en la noche
pensante,
sin palabras.
Este camino desgarrador
que respira,
que apuñala,
que hurta,
es el camino
que no para,
ni camina,
ni existe.
Camino,
proyección distante,
mirada pretérita,
sin cauce ni causa.
Silencioso.

Ana Nieto

viernes, 7 de junio de 2013

De Botica a "Santuario"

A punto de cumplirse dos años desde la apertura en Mansilla del restaurante La Curiosa, es buen momento para felicitarle por su éxito y felicitarnos también nosotros con él. Porque hay negocios que tienen la virtud de revitalizar una zona, remover algo que estaba dormido, dar vida al entorno en el que se ubican o cambiar una villa (recordemos una vez más la discoteca La Estrella). A cierta escala, esto es lo que ha ocurrido con La Curiosa: no hay más que ver cómo estaba deprimida esa pequeña calle peatonal y cómo está ahora de animada, cómo está vacía la plaza del Grano los lunes que cierra ese local y cómo está llena de coches aparcados los demás días.

Es posible que el establecimiento haya provocado alguna pelusilla en el sector, pero seamos justos: La Curiosa ha accedido a la “lucha” hostelera diaria con honestidad y armas perfectamente reglamentarias: el rincón está bonito, sus platos son sabrosos, la presentación cuidada, el trato amable, tiene la atmósfera hogareña de las casas de comidas, sus precios no asustan… ¿qué más se puede pedir? El éxito siempre es por algo.

Lo que fue una antigua Botica se ha convertido en una especie de santuario de peregrinación gastronómica. Antes y ahora, curiosamente, siempre laboratorio de milagrosos remedios: medicamentos para la salud, para el estómago, para el paladar, para el ánimo… Lástima -otra vez- que haya tenido que venir alguien de fuera a poner en marcha algo atractivo.

Jesús Zapatero

Banco bueno, banco malo


 










Esta es una singular pareja de indigentes bien conocida en nuestra ciudad, que recorre a diario sus calles llevando en un carrito todo lo que tienen, su capital y sus intereses. A ellos (y a nosotros, a tantos), hay un banco que les acoge, les recibe, les alivia al menos. A ellos (y a nosotros, a tantos) hay otro banco que les ignora, cuando pasan por delante empujando sus “preferentes” en el carro, e incluso se diría que se mofa de ellos (y de nosotros, de tantos) con carteles en sus cristales que exhiben mensajes triunfalistas y ofertas espectaculares y planes estupendos y rostros sonrientes y un futuro feliz.

Hace unos meses circulaba un ingenioso correo por internet en el que se veía a un pordiosero tumbado en el banco de un parque público, con la leyenda: “tu banco y cada vez el de más españoles”. Pues eso. Nada que añadir.

J. Cuesta

lunes, 3 de junio de 2013

Nostalgia de La Estrella (y 3)

…Luego estaban esas grandes noches de los conciertos y de los sorteos de coches. Allí vi a Manzanita y al mago Tony Kamo,… Y presencié, entre una muchedumbre, el sorteo de varios Opel Corsa nuevos y de otros muchos Seat 850 de segunda mano, hoy verdaderas reliquias históricas. Dicen que alguna de esas noches especiales entraron más de 10.000 personas en La Estrella. Qué ideas más buenas tenía Pencho y cuánto dinero ganó el cabronazo. A mi novia le tocó, por cierto, un 850 y no tenía dinero para sacar un seguro para poder circular. Al final circuló unos meses hasta que se paró.

La vuelta a casa oscilaba entre las 2 y las 4 de la mañana, con los oídos zumbando, la boca reseca y la ropa oliendo a humo que apestaba. Es verdad que también hubo varias peleas, una de ellas con sangre de navajas, pero era lo normal en cualquier discoteca del país en entonces. También se decía que Pencho se llevaba bien con los gitanos y la verdad es que solía haber muchos. Y también recuerdo un día de Reyes, debió de ser del 83 por mis cálculos, que cuando llegamos a La Estrella estaba ardiendo por la parte del Casino. Esa noche decidimos ir a León y aprovechamos para ir al cine. Vimos ET, el extraterrestre ese de los ojos saltones. La de gente que veo ahora por la calle y me suena la cara y me digo: a este/a le tengo visto de La Estrella.

Volviendo a lo del amigo de mi pueblo, además de iniciarme en las técnicas de la seducción y de llevarme y traerme con su R-4 amarillo que llamábamos ‘el canario’ y más tarde con el Land Rover, también me presentó a una chica del pueblo de su novia, Cristina, la saqué a bailar y llevo bailando con ella más de 30 años (tenía entonces 17) y es la madre de mis hijos.

No es de extrañar que guarde buenos recuerdos de La Estrella, de Mansilla, y que le esté agradecido a mi amigo Alfonso y a Pencho por lo que pusieron en mi camino.
Un saludo a los seguidores de este blog.

Juan.

domingo, 2 de junio de 2013

Nostalgia de La Estrella (2)

…Y en verano teníamos el gran patio o jardín con barra y pista propia y cantidad de espacios donde tomar el fresco para refrigerar. Al final hubo hasta una plaza de tientas para vaquillas al estilo del Gran Prix. Había árboles como por ejemplo una gran morera que cuando soltaba las moras manchaba más de algún conjunto de noche. Era difícil aburrirse realmente en La Estrella pues, si no estabas emparejado, con los amigos podías optar por distintos espacios y momentos para pasártelo bien. Al final de la barra grande había un mesón donde a última hora se solía comer una hamburguesa o un bocata al que le echábamos cantidad de Ketchup (tomate dulce) y mostaza que eran gratis. Además, podías salir a la cafetería de la esquina, también del complejo, donde la copa era más barata y también echaban películas. A mi me gustaba salir a media noche hasta la pastelería de Alonso a comerme un pastel o palmera. Era otro modo de reponer fuerzas y de paso que el cubata no te machacara el estómago. También era habitual salir a tomarnos una copa a uno de los muchos bares/pubs que florecieron a la sombra de La Estrella para cambiar un poco de ambiente y huir de paso de la masa.



Los pinchadiscos eran también especiales. Recuerdo a un tal Valentín, pero al que más recuerdo es a Amador que estuvo muchísimos años, un tipo algo fuerte, que pinchaba música más disco, suelto, lo que después sería el bacalao y ahora el techno. A última hora lo normal era entrar a la cabina de Amador para que anunciara el nombre de alguien y que le esperaban, por ejemplo, en el ropero...

Juan

sábado, 1 de junio de 2013

Nostalgia de La Estrella (1)



Me llamo Juan. Tengo 46 años. Soy de un pueblo de la comarca de Sahagún pero pertenezco a la generación de jóvenes que frecuentó La Estrella de Mansilla, que se enganchó a esta famosa macrodiscoteca de la provincia de León. Cuando salía de fiesta no tenía carné de conducir y el amigo del pueblo que contaba con permiso y coche ‘tiraba’ para La Estrella porque salía con una chica de un pueblo de la zona de Mansilla. Era la década de los 80, cuando en los pueblos era los domingos cuando se salía de fiesta. Recuerdo que madrugábamos, pues muchas veces éramos casi los primeros que entrábamos en la discoteca, a eso de las 7-8 de la tarde. En verano llegábamos después de haber acabado las tareas propias de la época (trillar, aparvar, limpiar… y ducha rápida o acicalamiento). Nada más entrar olía a ambientador que tiraba para atrás, un aroma que desaparecía de inmediato cuando empezábamos a quemar pitillos y aquello se convertía en una nebulosa. Empezábamos bailando ‘suelto’ en la pista circular que subía, bajaba, giraba… menuda modernidad. Entre el ruido, las luces y los giros cogías ya un colocón previo a los cubatas. Ahí ya tirábamos para la gran barra donde pedíamos el primer cubata, con aquellos refrescos de grifo que daba al combinado un sabor característico. Ya ibas entonando para lo que quedaba por venir. Había que ‘entrar’ a las chavalas. A las 10 más o menos ya se había puesto aquello a tono y comenzaban las rumbas o pasodobles en la pista grande de abajo. Y comenzaba la ronda, donde los ‘mozos’ comenzábamos a dar vueltas y pedir baile a las chicas que estaban pegadas a las paredes de la pista. En realidad, era la misma técnica de los pueblos de siempre trasladado al modelo de discoteca. ¿Bailas? Era la forma más práctica de ligar, donde siempre ellas eran las que elegían. Tras una sesión de baile latino, para lo que había que ser un poco diestro si querías tener cierto éxito, comenzaban los lentos, las baladas, los ‘agarraus’, para lo que había un cambio radical de luces que se ponían más tenues y con aquella luz negra con ese brillo que hacían relucir los dientes que provocaban la risa fácil. La técnica para ligar aquí volvía a ser la misma, dar vueltas intentando sacar a bailar, lo único que aquí el número de ‘mozas’ bajaba considerablemente. Por un lado se iban las que ya salían con alguien o tenían novio, y por otro las que no les iba el rollo de bailar pegados a cualquier desconocido y quizá algo bebido. Como que estoy viendo a algunos chavales que daban vueltas y vueltas sin descanso con la esperanza de pillar algo, pero con poco éxito. Eran los pesados o los feos, así de cruel. Al final acababan dándose el barrigazo contra la barra. Las parejas solían optar entonces por otro espacio, el casino, que empezó estando reservado sólo para parejas precisamente. Allí tenías la posibilidad de ver alguna película en la parte alta en una sala de proyecciones o bailar lentos en una pista muy coqueta en la parte de abajo. La barra de arriba era de tipo herradura y ahí caía otra copa que, casi siempre, pagaba el caballero. En el casino lo normal era darse el ‘filete’ o en la sala de proyecciones o en los reservados previstos para este menester. Cuando comenzaron a dejar entrada libre al casino empezó a ir algún ‘single’, como el ‘voyerista’ de Santas Martas, muy conocido en la discoteca…

Juan